SINOPSIS
El relato de Heredarás la tierra pronto se revela como una tragedia implacable cuyos ecos shakesperianos resuenan no solo en los personajes principales, especialmente en la virulenta pendiente de senilidad e ira de Larry, caído regente de la granja, también en los aires de inexorable fatalismo que rodea al imperio Cook. Un reino antes próspero que ahora se tambalea. Asimismo, epitomiza el signo de los tiempos para una vida en el campo agonizante y que castiga singularmente a las mujeres que lo habitan. No hay sueño americano para esposas, madres e hijas…
Resulta formidable el trabajo de creación y desarrollo de los personajes femeninos de Jane Smiley. Desde el anuncio de la cesión de las tierras, la autora nos muestra distintas reacciones en las tres herederas. Caracteres espléndidamente definidos, reflejo de sus personalidades y circunstancias. Celos, venganza, miedos —a veces, revestidos de buenas intenciones—. Duelos de poder, apetitos sexuales, condicionantes económicos —esos prestamistas que entran y salen cuál vodevil—, mochilas sociales, físicas, matrimoniales… Los matices son legión, ningún personaje es heroíco o, padre aparte, villanesco. Absolutamente creíbles.
LA AUTORA
Jane Smiley, autora ganadora del Pulitzer: «Si quieres ver un hombre que se porte mal fíjate en el mundo»
La respetada escritora norteamericana presenta su galardonada novela ‘Heredarás la tierra’, una reescritura de ‘El rey Lear’
Habida cuenta de la intensidad y retorcimiento psicológico en el que viven los personajes de Jane Smiley (Los Ángeles, 1949), podría creerse que la escritora -una de esas autoras que se disputan la copa con dos o tres más de la mejor novelista estadounidense viva- va a ser alguien arisco y de trato difícil. Pero, haciendo honor a su apellido, la Jane Smiley que acude a la cita es divertida e informal, capaz de usar minifalda a los 74 años, de reírse de sí misma por su apariencia “desgarbada” –mide casi metro noventa-, de bromear sobre sus cuatro maridos –“todos ellos tipos excelentes” y de declarar una y mil veces su amor por los caballos que todavía sigue montando tres veces por semana.
Sexto Piso, tras la buena recepción de la extraordinaria ‘La edad del desconsuelo’, acaba de recuperar en nueva traducción de Inga Pellisa ‘Herederás la tierra’, ganadora del Pulitzer en 1991, una historia densa y violenta que traslada los mimbres de ‘El rey Lear’ shakespeareano a una granja de Iowa liderada por un padre dictatorial que decide repartir su legado en vida.
¿Qué sentimientos guarda hacia una novela que tiene ya más de 30 años?
Fue un punto de inflexión en mi trayectoria. Me resultó bastante difícil de escribir porque yo procedo de una familia amable y divertida y tenía que imaginarme este padre terrible. En eso, claro está, William Shakespeare me ayudó.
Con todo, es una historia autónoma, el lector puede olvidarse de que es una reescritura de ‘El Rey Lear’.
Leí ‘El rey Lear’ muchas veces en el instituto y en la universidad y quise volverlo a escribir porque no me gustaba demasiado el personaje titular. Siempre he pensado que es un quejica, un ‘señoro’ pesado de esos que jamás se callan. Así que decidí darles la palabra a las hijas mayores, Goneril y Regan [aquí Ginny y Rose], que en la tragedia se muestran como malvadas, para que pudieran expresar qué es lo que pensaban de todo aquello.
¿A nadie le pareció sorprendente que una mujer se embarcara en una novela tan ambiciosa como esta, más propia entonces de autores masculinos más musculosos, estilo William Faulkner?
(Ríe) No, solo recibí críticas de mi agente. «¿Granjas?», dijo. «¿Quién quiere leer sobre eso?» La novela tuvo un millón de lectores, cada vez que puedo no dejo de recordárselo.
‘Heredarás la tierra’ explora un periodo muy concreto de Estados Unidos, la de la crisis de los agricultores en los años 80.
Me interesaba profundizar en esa cuestión. Yo entonces vivía en Iowa y ese tema estaba muy presente. Los campesinos perdían sus campos que eran comprados por las grandes corporaciones. Sentía que las granjas agrícolas habían sido mostradas en las novelas como espacios idílicos, pero en realidad eran terribles.
Aunque no lo parezca en una lectura superficial, su mirada suele ser bastante política, lo que no es algo habitual en escritores norteamericanos.
Soy hija de mi tiempo. Mi primer novio era marxista y vivimos en una comuna marxista en los 60. Pronto me di cuenta de que en realidad no deseaba que la gente que lideraba aquella comuna llegara al gobierno porque eran decididamente raros. Pero a la vez comprendía y siempre he comprendido las cuestiones que les movían, especialmente las condiciones de vida en las fábricas. Yo soy la típica demócrata y en cierta forma siempre he creído que la literatura puede ayudar a cambiar las cosas.
¿En qué sentido?
Cuando los niños pequeños leen novelas no solo aprenden de los hechos de la vida o de la historia, también pueden identificarse con lo que sienten otras personas, meterse en su piel. ‘La cabaña del Tío Tom’, por ejemplo, la escribió Harriet Beecher Stowe. Sí, ya sé que muchos afroamericanos la detestan y que Tío Tom ha pasado a ser un término despectivo que indica sumisión a los blancos, aunque yo lo percibo más más como un místico. Soy una gran defensora de esta novela que hizo que Lincoln dijera aquello de que «esa mujer pequeña ha provocado una gran guerra». En mi caso, no quiero provocar una guerra pero sí que mis lectores piensen en este tipo de cuestiones.
¿A quién votarían si pudieran los personajes de ‘Herederás la tierra’ en las próximas elecciones? ¿A Trump, caso de que pueda presentarse?
Umm, es probable que Larry, [el sosias del rey Lear] sí lo votase. Cuando yo vivía en Iowa, era un estado bastante plural con un senador liberal y otro conservador. Ahora es puro territorio Trump y los políticos han logrado que los ciudadanos voten en contra de sus propios intereses y han azuzado sentimientos racistas que yo jamás detecté.
Los padres autoritarios están en muchas de sus novelas y sin embargo creo que en su caso tuvo un padre ausente.
Bien, yo no viví eso. Y mis maridos, concretamente el uno, el dos, el tres y el cuatro han sido siempre muy amables. Pero no hay más que mirar a tu alrededor para encontrar ese modelo tóxico masculino. Si quieres ver un hombre que se porte mal fíjate en el mundo.
¿De dónde surge su especial conexión con la tierra que traslucen sus novelas?
Crecí en un barrio suburbano de San Luis, con muchas zonas verdes en las que poder subirte a los árboles y un arroyo precioso en el que pescábamos. Fue una buena forma de vincularse al entorno. Todavía hoy, en California donde vivo, sigo paseando mucho, me encanta andar.
Y luego está su amor por los caballos.
Sí, me regalaron uno de niña. Era una yegua muy buena. Mi mejor recuerdo es estar a solas yendo al paso por un campo precioso y mientras ella comía hierba yo desde la silla me dedicaba a recoger moras.
¿Ha trasladado ese ritmo contemplativo que da montar a caballo a la escritura?
En cierto modo, sí. Andar y montar a caballo son buenas formas de estar en el mundo. Si montas tienes que comprender la inteligencia de tu caballo mediante la observación y eso es muy positivo no solo para no caerte. A mí me ayuda a entender el mundo.