Autor: Jacobo Bergareche
Número de páginas: 168
Idioma: Castellano
Formato: 12,5 x 20 cm
ISBN: 978-84-19089-44-1
ASÍ EMPIEZA
«Estaba casi seguro de que era ella. No la hubiera reconocido a la primera, los años claramente estaban tratándola peor que a él, le habían pasado por encima igual que a los perros, de siete en siete. Sus tatuajes estaban descoloridos como un dibujo a tinta en un papel mojado. Su piel, quemada por el sol, le colgaba de sus brazos tres tallas más grande, y sin embargo en la cara le faltaban un par de tallas, ahí la piel se le pegaba a los pómulos y parecía que le hubieran envasado el cráneo al vacío. La melena, desordenada y enredada, estaba ya completamente gris. Pero ella seguía teniendo aquel brillo vivaz en esos ojos inquietos que se detenían a examinar con descaro los rostros de toda la gente que pasaba delante de ella, apoyados en una leve sonrisa que invitaba a cualquiera a sostenerle un rato la mirada y a corresponder con otra sonrisa. Y luego estaba ese rasgo tan improbable e inconfundible: un iris verde y otro marrón. Sí, Diego, sí: estaba claro, era ella.»
Jacobo Bergareche regresa a la novela con Las despedidas, una emocionante historia en la que despliega todo su talento narrativo y que, tras el éxito internacional de Los días perfectos, lo confirma como uno de los escritores más prometedores del panorama literario español.
Diego, el protagonista de la novela, y Claudia, su mujer, ultiman los preparativos de la fiesta de inauguración de su casa en Menorca. Pocos
días antes del evento, mientras pasea con su familia, Diego reconoce en una terraza a una extranjera con la que había coincidido en un festival en Estados Unidos. Esa mujer, cuyo nombre Diego desconoce y a la que lleva veinte años sin ver, le ayudó a superar un suceso traumático. Diego quisiera saludarla pero no se atreve, porque entonces tendría que contarle a Claudia cómo se conocieron. Intrigado, se las ingeniará para verla de nuevo en un encuentro que quizá le cambie la vida
« Una ‘nouvelle’ redonda y elegantemente escrita sobre lo que Charles Dickens podría llamar «el sólido fantasma de las relaciones pasadas. » Sergio Vila-Sanjuán Cultura/s – La Vanguardia
«Bergareche se ha convertido en uno de esos autores cuyos lectores esperan con ansía su nuevo libro porque se trata de una suerte de gurú que, en cada una de sus historias, aborda temas actuales como el de la necesidad de salir de la «burbuja» con el único objetivo de ser feliz.» Pilar Martín. La Vanguardia
«Te abraza como a un amigo y te reconecta con la vida, así es la nueva novela de Jacobo Bergareche (…) Sus libros son una bocanada que oxigenan los pulmones. Que te detienen y te reinauguran en la vida.» Claudia Sáiz. ELLE
«Qué placer cuando al parar de leer una novela te cuesta un rato volver a la realidad. Y quizá en esa realidad las bienvenidas y las despedidas sean imprevisibles o torpes, como la vida. Pero los buenos libros, como este, te reconcilian con el mundo.» Leonor Watling
SINOPSIS
«Esta novela de Jacobo Bergareche es una preciosa ficción que habla de esos días especiales que alimentan toda una vida.
Hay numerosas cosas en común entre la nueva novela de Jacobo Bergareche (Londres, 1976) y la anterior, lo cual es una buena noticia para los lectores, dado lo mucho que gustó Los días perfectos. Pero a mí, aún disfrutando también aquella novela epistolar, sobre todo por la subtrama faulkneriana, me ha convencido y emocionado mucho más Las despedidas, una novela redonda, una de esas parábolas sobre la verdadera naturaleza del tiempo a las que el tiempo, agradecido, irá dando más fuerza.
Mucho más que una tremenda casualidad, un sobresalto o un descubrimiento entre feliz y devastador…, en el centro de este libro hay un gran abrazo. No voy a desvelar más pero ese abrazo confirma la buena calidad de cierto reencuentro, lo felizmente recibido que es, y con él el protagonista (y también el lector) siente un alivio inmenso, porque existía el riesgo del rechazo, de una hosquedad o un recelo que hubieran destrozado no sólo ese momento casi imposible sino también toda «la fantasía» sobre la que Diego lleva construyendo su vida durante los últimos 20 años.
«La ausencia le ha dado forma a lo nuestro, igual que el silencio se lo da a la música, y la sombra a la pintura», se leía al comienzo de Los días perfectos, y eso ocurre también aquí cuando una de esas «rimas de la vida» de las que hablaba Paul Auster, pero en una variante extrema, hace que coincidan en una taberna de una pequeña playa de Menorca dos personas que, dos décadas atrás, en el festival Burning Man, habían vivido un par de días mágicos y literalmente inolvidables (pero fue así no por una perspectiva inmadura e irreal de la vida, sino porque ellos supieron acordar que así fuera, creando a conciencia un recuerdo indestructible al que poder agarrarse siempre, algo eternamente reconfortante).
Incluso quienes somos fanáticos de la rutina y sabemos que raramente un 31 de diciembre a las 23:55 es superior a cualquier martes lectivo de marzo a media mañana, podemos entender (y rastrear en nuestra propia vida) momentos que son hitos, acontecimientos que, en efecto, ayudarán a que de repente podamos sonreír en los días opacos: Las despedidas es una preciosa ficción que contiene una gran verdad acerca de ello.
Y si bien Díaz Ayuso decía que en Madrid nunca te topas con tu ex, cuando el destino cree que hay algún fleco suelto, ni siquiera el mundo entero es suficiente para no encontrarse»
Los Libros
Juan Marqués
EL AUTOR
Jacobo Bergareche (Londres, 1976) lleva parte de su vida persiguiendo
historias y otra parte contándolas, ya sea a través de la pantalla o de las páginas de los libros. Su necesidad de narrar surgió en el colegio, cuando optó por dibujar y leer en lugar de jugar al fútbol; y su pasión por la literatura llegó de la mano de su profesora Pura Sotillo. La oyó recitar el poema Romero solo de León Felipe y pensó que era mejor que el rock and roll. Y eso, para él, lo es todo. Siempre que puede vuelve a los Ensayos de Montaigne y a La voz a ti debida de Pedro Salinas. También a Lekeitio, el pueblo pesquero de la costa vizcaína donde están las cenizas de su hermano Roque. Su paraíso escogido para ser feliz y oler su infancia, para comer marmitako en el restaurante de Mila y jugar al mus. Algunos de sus ejercicios favoritos son coleccionar gente exótica, arrancarse a cantar rumbas en las sobremesas y rememorar más de un verano invencible. Para este guionista y escritor cualquier medio es una buena forma de expresión. Sobre todo si es con la palabra. Prueba de ello son sus libros, una bocanada que oxigena los pulmones. Que te detienen y te reinauguran en la vida. Ya sea su ensayo autobiografía Estaciones de regreso, su primera novela, Los días perfectos, o su próxima publicación, Las despedidas (Libros del Asteroide), ambientada en un estío menorquín donde, por medio de Diego,
Claudia y Amy, habla sobre la pérdida, los recuerdos, el deterioro del amor y la capacidad de dejar ir. Una obra que te suaviza el ego, te abraza como a un amigo y logra queseas consciente de que necesitas muy poco para vivir.
Si te espiara por el ojo de la cerradura mientras escribes, ¿qué vería? Me verías en dos sitios: en mi despacho por la mañana, en silencio, o en una terraza en Lekeitio, repasando. ¿Qué impulsó Las despedidas? Existen tres heridas: la muerte, el amor y la vida. Como en los trabajos anteriores había tocado las dos primeras, quería tratar la paternidad. La existencia de una persona llena devitalidad, aunque se está muriendo, y la posibilidad de traer a un hijo. También me interesaba entrar en la cabeza de un personaje con sus dudas y sus miedos. Ver la desconexión que tiene con su mujer, con el mundo, y cómo necesita abrir los ojos y reconectar. La novela empieza con el Romance del prisionero, mi favorito, y habla de esto. En esa búsqueda, Amy enseña a Diego a ser libre.
¿Crees que nos estamos olvidando de vivir?
Cada vez estamos más sordos ante los afectos. El impacto de lo digital no hace más que separarnos de nosotros mismos y de los demás. Muchos no tienen la ansiedad de querer cambiarte ni de cambiarse a ellos y te ayudan a aceptarte, porque no albergan expectativas de cómo debes ser.
¿Cómo es ver el mundo con los ojos de otro?
Ensancha la realidad: es la manera de volver a sorprenderse con lo que ya conoces y entender al otro. Aunque no todos saben o están dispuestos a enseñarte desde dónde miran.
El personaje de Tomás, a pesar de ser el primo suicida, algo de razón tenía: hay que mirar a la vida sin prejuicios.
Esa historia… Tengo un amigo al que le sucedió algo similar con su hermano pequeño: se suicidó una semana antes de que naciera su hija. Para vivir el duelo y aceptar lo ocurrido se fue al Burning Man. Allí descubrió, como le sucede a Diego con su primo, que su hermano a lo mejor estaba bien así. Que tal vez lo que tenía que hacer para ser feliz era morirse. Hasta que eres capaz de dar la vuelta a las cosas y pensarlo desde esa postura, sin echarte las culpas de lo ocurrido, hay un buen camino que recorrer. Como ves Las despedidas tiene una parte muy real.
¿Cómo aceptar un suicidio?
Es difícil. Uno siempre piensa que pudo haber hecho algo que no hizo. El suicidio está lleno de culpas. Es una especie de fracaso colectivo por no sacar adelante a una persona. Lo que le pasó a mi amigo fue uno de los motivos que me inspiró para escribir la novela. Le conocí en una cena dos semanas tras la muerte de mi hermano. Me senté a su lado, empezamos a hablar y surgió el tema. Estaba destruido.Me contó que su hermano se había muerto con la misma edad que el mío, que también fue una muerte violenta, solo que a Roque le quitaron la vida y el suyo se la quitó él mismo. A su lado, lo mío en el fondo era fácil. Yo por lo menos le dije a mi hermano todo lo que le quería contar.
Por eso es importante cimentar los recuerdos, si no se desvanecen. Tras su muerte empecé a ver la construcción de la memoria como remedio para amortiguar la pérdida.
Despedirse cuesta mucho…
Despedirte de los muertos, o de los que se están muriendo, es lo más complicado. Y hacerlo bien es fundamental para quedarte en paz y dejarles marchar. Mi amigo no lo logró hasta que fue al festival y entendió que su hermano está en un sitio mejor que este, que no era el suyo, porque sufría enormemente.
¿Distinguimos los momentos felices?
No siempre. Pero hay que estar abierto a que ocurran. Aunque no llegues
a hacer nada, todos fantaseamos con alguien que vemos en el autobús, en un café… Uno se escapa así de su vida y luego vuelve a ella. A veces estamos ahogados en la persona que somos.
¿Hay amores que no se olvidan?
¿Quién no los tiene? Hay gente que pasa por tu vida que te permite ver el mundo desde otro lugar, donde las cosas encajan, y que te ayuda a mover pensamientos de sitio y a no juzgarlos.
¿Por qué gustan las historias de amor?
Porque queremos sentirlo. El amor es algo que hay que buscar. Es ahí cuando la existencia se empieza a llenar.
¿Has escrito cartas de amor?
Sí, claro. Muchas. Cartas donde uno se explayaba y dejaba volar otra voz,una voz propia a ti debida. Pertenezco a la última generación que las escribió. Las siguientes lo habrán hecho como ejercicio, no por necesidad. En la medida en que se extingue el género epistolar, sobre todo las cartas de amor, se apaga la memoria del sentimiento. Ahora, como se hace a través de un whatsapp, desaparece y termina por borrarse.
Frente a los amores de barra, ¿qué opinas tú de las aplicaciones para conocer gente? ¿Se están convirtiendo lasrelaciones en un fast food emocional?
No sé cómo funcionan. Me resulta una cosa extraña y extranjera. No he vivido el amor en tiempos digitales. Estoy con mi mujer desde los 19 años y nos hemos mandado cartas, postales… Nuestra historia es predigital. Pero fíjate ahora en los festivales y su enorme profusión. El público quiere verse, tocarse, estar con otras personas. Al igual que hay un universo virtual donde estamos con todos sin estar con nadie, también existe este movimiento reactivo contra eso, que lo invade todo y busca estar y sentir con la gente.
¿Hay algún amor que no se gaste nunca?
El que sienten los padres por sus hijos.
¿A ti qué te ayuda a reconectar?
Me gusta mucho mucho cocinar, la música… Cosas muy de perogrullo. No estar anticipando lo que va a venir, ni tener ansiedad con lo que ya ha pasado. En resumen, todo lo que te haga estar aquí y ahora.
Si te arrebatasen la palabra…
Sería terrible. Ya lo decía el Evangelio según San Juan: «En el principio existía el verbo». La palabra era y es la luz del mundo. Hay un gran debate, casi medieval, de si es mejor el silencio o la palabra. Creo que Cavafis tenía un poema sobreesto: quiénes son los idiotas que piensan que el silencio es oro y la palabra plata. Esta, siempre por encima del silencio. Si no la tuviera, cocinaría, dibujaría, haría fotos… Me expresaría por otro medio.
¿A qué suena Las despedidas?
A We’ll Meet Again. Un himno de esperanza y resistencia que entonaban durante la Segunda Guerra Mundial a los soldados que marchaban al conflicto. La canta Johnny Cash en un disco de versiones y es la mejor. También a la sevillana Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va. Como dice uno de mis personajes: las despedidas tienen que ser cortas, muy cortas, y lo más indoloras posibles.
Mientras que las bienvenidas, largas. Celébralas, abre un vino, prepara una comida que se junte conla cena… y lo que surja» Claudia Saiz. Elle