De los hermanos Grimm a Paul Auster
Varios traductores
ENCUDERNACIÓN: Tapa dura con sobrecubierta
FORMATO: 16 x 22
PÁGINAS: 624
ISBN: 978-84-9065-139-I
La Navidad, siempre muy presente en la literatura, ha inspirado relatos magníficos, y son muchos los escritores, que se han acercado a ella desde diferentes perspectivas. Seguramente el primer cuento que la trató es del filósofo neoplatónico Celsio, quien en el siglo II, cuando los cristianos empezaban a celebrar el nacimiento de Cristo, escribió una versión del hecho sagrado en la que Cristo nace en Judea y es hijo de una campesina adúltera y un soldado romano llamado Pantero. Esta antología, sin embargo, parte de una tradición muy posterior y desde luego menos “apócrifa”, más ligada a lo que la Navidad sigue significando hoy en el imaginario de Occidente. Hemos intentado reflejar la alegría, el sentido de comunidad, la excitación espiritual, la nostalgia e incluso el rechazo que estas fechas despiertan en muchos de nosotros, sin descuidar, porque es asimismo característica y genuina, su parte más sensiblera. Es cierto que algunos cuentos tienen finalidad moralizante y exhortan a los buenos sentimientos, pero hemos comprobado asimismo que la Navidad inspira una variedad sorprendente de estilos y de tonos, y aquí no faltan ni el humor, ni la lobreguez, ni la crítica social, ni la fantasía, ni lo más tremendo
Los treinta y ocho relatos seleccionados abarcan dos siglos de literatura navideña y proceden de distintas tradiciones occidentales (anglosajona, germánica, nórdica, mediterránea, eslava). Entre ellos encontramos clásicos como “Canción de Navidad” de Dickens o “La niña de los fósforos” de Andersen, junto a piezas inéditas o muy poco conocidas
SINOPSIS
El volumen, ordenado cronológicamente a partir de la fecha de publicación (salvo el segundo cuento de Dickens), se inicia a principios del siglo XIX, cuando la Navidad se afianza como la celebración que hoy conocemos. Empezamos precisamente con un cuento de los hermanos Grimm, que, aunque no es de temática navideña, ha pasado a la tradición porque es uno de los más leídos en Navidad en Alemania. No es el único caso en esta antología: al final de “Bajo el abeto”, el poema que incluye Theodor Storm dedicado a Ruprecht, el ayudante de San Nicolás, también ha llegado a hacerse tan popular que hoy en día sigue en su país recitándose en Adviento. La relación entre el relato navideño y el folklore ha sido, por otro lado, bien aprovechada por varios autores, como aquí ejemplifican Zacharias Topelius o Alphonse Daudet en sus respectivas piezas.
Algunos de los temas clásicos del género navideño son, curiosamente, anteriores a su “espíritu”: es interesante observar cómo, en el segundo cuento de nuestra antología, publicado en 1815, E.T.A. Hoffmann ambienta en la noche “mágica” de San Silvestre una historia de transformación que luego será una constante del género, pero que ahí es muy ajena todavía a su sentimentalismo y a su moralidad. Las historias de transformación (sobre todo moral) serán luego, y casi siempre con alguna forma de magia (material, espiritual), muy representativas de la visión de la Navidad como una oportunidad para reconsiderar y rehacer la vida, una ocasión especial para cambiar.
En el mundo anglosajón, el éxito inmediato de “Canción de Navidad” de Charles Dickens, en 1843, desempeñó un papel fundamental en la reinvención de un espíritu navideño que la Reforma protestante y los puritanos habían condenado. Tras la publicación de este relato, la Navidad pareció convertirse en una fiesta más familiar que religiosa; y sin duda su tono jubiloso -que invita a la generosidad, denuncia el sistema de clases, canta al amor y la amistad- iluminó una época en que la celebración era oscura y poco solidaria. Para Dickens, las fechas navideñas serían siempre el momento de la hospitalidad y la tolerancia, la ocasión tanto para alimentar un deseo (que a veces ni siquiera se sabe que se tiene) como para bucear en los recuerdos, sin lamentarse por los sueños que no se han cumplido y trayendo “a nuestro lado a las personas que quisimos” y que ahora habitan en “la ciudad de los muertos”, como dice en “La Navidad cuando dejamos de ser niños”, un texto que no se ha incluido en esta antología pero que perfectamente podría estar en ella.
Al popularizarse las costumbres de reunirse con la familia, intercambiar regalos, celebrar fiestas y comidas especiales, escribir tarjetas de felicitación, cantar villancicos, adornar la casa con velas, guirnaldas, abetos y belenes, se abrió todo un microcosmos que enseguida tentó a la literatura costumbrista y realista, proveyéndola de una nueva fuente de episodios y “cuadros” que podían orientarse en las más distintas direcciones; pero por otra parte, y siguiendo el ejemplo de Dickens, no se olvidó que el poder vivificador de esas fiestas se aliaba fácilmente con lo fantástico y sobrenatural.
La variedad de escenarios, una vez implantado el género y el sentido asociado a él, es enorme: de Berlín a Brooklyn, de un pueblecito sardo a un rancho del Lejano Oeste, de la Provenza a Nueva Zelanda, de un aristocrático salón a un pueblo de mineros, de Dublín a un cohete espacial… En todos esos lugares veremos celebrar la Nochebuena, la Navidad, el día de San Esteban, el Año Nuevo o la noche de Reyes, y en todos ellos ocurrirá algo que ilustre el tradicional espíritu navideño…o bien lo desmienta. Esta última orientación es importante y ha llegado a ser, como hemos intentado reflejar en nuestra selección, una de la variantes características del género, donde la Navidad se aleja cruelmente del espíritu de comunidad que se supone que debería fomentar y es a menudo un marco de intenso contraste, ocasión tristemente propicia para el mal, las tentaciones demoníacas, la mezquindad, la crueldad, la guerra y la muerte, a veces en la peores condiciones imaginables.
El sentido religioso está muy presente en relatos como el de Zacharias Topelius, que trata de reconciliar las dos tradiciones pagana y cristiana, el de Dino Buzzati, que alterna lo devoto y lo absurdo, o el de Emilia Pardo Bazán, que reconstruye la historia de la adoración de los Reyes Magos; y, en un orden más terrenal, Alphonse Daudet, León Bloy y Ramón María del Valle Inclán nos hablan, no sin ironía, de las costumbres del clero. Pero hay cuentos en los que la Navidad está completamente secularizada y no es más que un mero compromiso social donde se forjan o consolidan pactos mundanos (Dostoievski), o donde se remueven anécdotas y episodios que afectan puramente a la vida íntima o personal (“Los muertos” de Joyce): de ahí, por cierto, que figuren también en este volumen varios cuentos de intenso lirismo, como los de Luigi Pirandello y Dylan Thomas. Pero en la Navidad de Saki, por ejemplo, más que un compromiso, las fiestas navideñas son ya directamente un engorro.