AUTORA: Natascha Wodin
TRADUCCIÓN: Richard Gross
NÚMERO DE PÁGINAS: 312
FORMATO: 14 x 21.5 cm
Premio Alfred Döblin
Premio de la Feria del Libro de Leipzig 2017
Nominado a los premios Cálamo 2019
«Un día, al hojear el periódico, llegué a la sección de deportes y, a punto ya de volver la página, mi mirada recayó en la palabra Mariúpol. Me enteré de que un equipo alemán de fútbol había viajado a Ucrania para jugar contra el Illichevets Mariúpol. Nada en el mundo me interesaba menos que el fútbol, pero fue precisamente el fútbol el que hizo que me topara con la verdadera Mariúpol. Supe que se trataba de una ciudad con un clima eminentemente suave, un puerto del mar de Azov, el más cálido y somero del planeta. Se hablaba de vastas y dilatadas playas de arena y de infinitos campos de girasoles»
Sinopsis
«Si tu hubieras visto lo que he visto yo…» Una y otra vez, ese estribillo de mi infancia. Si tú hubieras visto lo que he visto yo…
En la calle Gueorguiyevskaya, 69 de Mariúpol, hay una casa que ha sido reconstruida en varias ocasiones porque ardió tres veces: primero cuando aún era un liceo femenino; después cuando los nazis se marcharon y quisieron borrar su rastro de la casa, que habían reconvertido en oficina de empleo; y, en la guerra civil de 2014.
Es un lugar especial porque allí nació y vivió Yevgenia Yakovlevna, madre de la escritora Natascha Wodin.
Mi madre era de Mariúpol, es el excepcional libro en el que Natascha Wodin rastrea la vida de su madre ucraniana, deportada a Alemania junto a su marido en 1944. La autora narra con pulso admirable una historia sobre el trabajo esclavo durante el Tercer Reich. Su madre que de niña había vivido el ocaso de su aristocrática familia bajo el terror de Stalin, sale milagrosamente del anonimato en estas páginas y adquiere un rostro inolvidable.
«Mi pobre, pequeña y enloquecida madre», concluye con cariño la narradora; también los lectores nos hacemos cargo de la dimensión de su pérdida.
«La literatura se erige una vez más en espacio de reflexión sobre el pasado, el presente y el futuro.
Pero no sabemos que ocurrirá con la casa de la calle Gueorguiyevskaya 69 de Mariúpol» Ana R. Calero Varela